viernes, 6 de febrero de 2015

AMOR Y SEXUALIDAD - PARTE I por Omraam Aivanhov

AMOR Y SEXUALIDAD - PARTE I
por Omraam Aivanhov

Pregunta: «Maestro, ¿querría usted decimos la diferencia que existe entre el amor y la sexualidad, y cómo podemos utilizar la sexualidad en la vida espiritual?»
He aquí una pregunta muy interesante, que atañe a lo más importante que hay en la vida, y que concierne a todo el mundo. Sí, tanto a los jóvenes como a los viejos...
En principio, parece difícil separar la sexualidad del amor. Todo viene de Dios, y todo lo que se manifiesta a través del hombre como energía es, en su origen, una energía divina; pero esta energía produce efectos diferentes según el conductor a través del cual se manifiesta.

Podemos compararla con la electricidad. La electricidad es una energía de la que ignoramos su naturaleza, pero cuando pasa a través de una lámpara se convierte en luz; al pasar por un radiador, se manifiesta como calor; al pasar por un imán se convierte en magnetismo; al pasar por un ventilador se transforma en movimiento.
De la misma manera, existe una fuerza cósmica original que adopta uno u otro aspecto según el órgano del hombre a través del cual se manifiesta. A través del cerebro, se convierte en inteligencia, raciocinio; a través del plexo solar o del centro Hara, se convierte en sensación y sentimiento; cuando pasa por el sistema muscular, se manifiesta como movimiento; y cuando pasa por los órganos genitales, se traduce en atracción por el otro sexo. Pero siempre es la misma energía.

La energía sexual viene, pues, de muy alto, pero al pasar por los órganos sexuales, produce sensaciones, una excitación, un deseo de acercamiento, y cabe perfectamente que en esas manifestaciones no haya absolutamente ningún amor. Es lo que ocurre en los animales. En ciertos períodos del año, se acoplan, pero ¿lo hacen por amor? A veces se destrozan, y en cierta clase de insectos, como la mantis religiosa, o en ciertas arañas, la hembra se come al macho. ¿Es eso amor? No, es pura sexualidad.

El amor comienza cuando esta energía pulsa al mismo tiempo otros centros en el hombre: el corazón, el cerebro, el alma y el espíritu.
Llegado a ese punto, esta atracción, este deseo que tenemos de unirnos a  alguien, se clarifica, se ilumina mediante pensamientos y sentimientos, mediante un gusto estético; ya no buscamos una satisfacción puramente egoísta en la que no contamos en absoluto con la pareja.

El amor es sexualidad, si así lo queréis, pero expandida, iluminada,  transformada. El amor posee tal cantidad de grados y manifestaciones, que resulta imposible enumerado y clasificarlas. Puede ocurrir, por ejemplo, que un hombre ame a una joven y bella mujer, pero sin ser apenas atraído físicamente por ella: él quiere, por encima de todo, verla feliz, con buena salud, instruida, rica, bien situada en la sociedad, etc.... ¿Cómo explicar eso? Eso no es únicamente sexualidad, sino amor; y es, por lo tanto, un grado superior. Pero debe haber, a pesar de todo, un poco de sexualidad en este amor, porque podemos hacemos la siguiente pregunta: ¿Por qué este hombre no se ha unido a otra persona, a una mujer vieja y fea, o "a otro hombre? Sí, si analizamos, descubriremos indicios de sexualidad.

La sexualidad... el amor... no son, porto, más que una cuestión de grados. Es amor en el momento en que no os quedáis solamente con algunas groseras sensaciones físicas, sino' que sentís los grados superiores de esta fuerza cósmica que os invade, y comunicáis con las regiones celestes. Pero, c1!iánta gente, una vez saciado su deseo, se separa o incluso empieza a pelearse. Lo único importante para ellos es descargar, liberar una tensión, y si al cabo de algún tiempo esta energía se acumula de nuevo en ellos, vuelven sonrientes y tiernos, pero el único fin es el de satisfacer de nuevo su animalidad. ¿Qué amor hay ahí?

Es normal que tengamos necesidades  y deseos, sobre todo cuando  somos jóvenes. La naturaleza, que lo ha previsto todo, ha creído que eso era necesario para la propagación de la especie. Si el hombre y la mujer se quedasen fríos el uno ante el otro, si estuviesen libres de sus impulsos e instintos, se habría terminado la humanidad. Es, por lo tanto, la naturaleza la que empuja a las criaturas a unirse físicamente, pero el amor es otra cosa.

Podríamos decir que la sexualidad es una tendencia puramente egocéntrica que empuja al ser humano a no buscar nada más que su placer, y ello puede llevarle a la mayor crueldad, porque él no piensa en el otro, sólo busca satisfacerse.
Mientras que el amor, el verdadero amor, piensa en primer lugar en la felicidad del otro, está basado en el sacrificio; sacrificio de tiempo, de energía, de dinero para ayudar al otro, para permitirle expansionarse y desarrollar todas sus posibilidades;
Y la espiritualidad comienza, precisamente, cuando el amor domina a la sexualidad, cuando el ser humano se vuelve capaz de arrancar algo de sí mismo para el bien del otro. Mientras no se es capaz de privarse de algo, no hay amor.
Cuando un hombre se arroja sobre una joven, ¿piensa en el daño que puede hacerle? No, él es capaz de matarla para satisfacer sus instintos. Eso es la sexualidad, un instinto puramente bestial. Diréis: «Es evidente, no hay nada de divino ahí» Sí, pero la sexualidad es de origen divino, sin embargo, mientras el ser humano no sepa dominarse, sus manifestaciones, evidentemente, no son divinas.

Lo que hay de positivo en la sexualidad es que trabaja en la propagación de la especie, pero si sólo la orientamos hacia el placer, la desperdiciamos. Actualmente se han inventado cosas increíbles en ese campo. Está la píldora, naturalmente, pero también se venden una gran cantidad de productos y de objetos que ni siquiera quiero nombrar. No se trata aquí de la propagación de la especie, sino exclusivamente del placer. No me detendré en esta cuestión para discutir si esas cosas deben existir o no.
En el actual estado de la humanidad, incluso los moralistas y los religiosos encuentran necesario e inevitable que existan, porque la naturaleza inferior, la naturaleza animal en el hombre, es todavía tan fuerte, que si no la dejáramos manifestarse, produciría fenómenos todavía más perjudiciales. Por lo tanto, no quiero discutir sobre ello, digo únicamente que es una pena que no se instruya a los humanos sobre las ventajas de controlar esta energía, y de utilizarla para un fin divino o para realizar trabajos espirituales, en lugar de recurrir a todo tipo de productos y de utensilios para encenagarse en el placer.

En sus manifestaciones externas no ha  ningún tipo de diferencia entre el amor y la sexualidad; son los mismos gestos, los mismos abrazos, los mismos besos... La diferencia está en la dirección que toman las energías. Cuando únicamente os impulsa la sensualidad, no os preocupáis de la otra persona, mientras que si la amáis, pensáis, sobre todo, en hacerla feliz.
La sexualidad y el amor no se diferencian mucho en el plano físico, solamente se diferencian en el plano invisible, psíquico, espiritual. Y, ¿cómo? Eso es precisamente lo que quiero revelaros.  Aquellos que han estudiado la cuestión de la sexualidad, los fisiólogos, los psiquíatras, los psicólogos, no han descubierto lo que pasa en el mundo sutil, etérico, durante el acto sexual. Ellos saben que se producen excitaciones, tensiones, emisiones, e incluso las han clasificado.
Pero no saben que cuando se trata de la sexualidad puramente física, biológica, egoísta, se producen en los planos sutiles todo tipo de erupciones volcánicas que se manifiestan bajo formas groseras, emanaciones muy densas con colores deslucidos, inarmónicos, donde predomina el rojo, pero un rojo sucio... Y todas esas emanaciones se precipitan en la Tierra donde criaturas tenebrosas esperan para comer y darse un festín con esas energías vitales. Son criaturas poco evolucionadas que, a menudo, se alimentan juntos a los enamorados. Os sorprendéis, pero es la verdad; los enamorados dan festines en el mundo invisible.

En el pasado, generalmente, con ocasión de un nacimiento, de una boda o una victoria, los reyes y príncipes daban festines públicos que duraban varios días. Entonces, todos los mendigos, los vagabundos, los desheredados, iban a satisfacerse, porque distribuían comida a todo el mundo. Como podéis ver, se repite el mismo fenómeno, pero bajo una forma que la ciencia todavía no ha descubierto.
Cuando un hombre y una mujer se atraen, se aman y se unen, también dan un festín, y éste se ofrece públicamente ante muchas otras criaturas. Aunque su unión quede en secreto, reciben visitas del mundo invisible, y desgraciadamente se trata de larvas elementales que vienen a deleitarse a sus expensas y a absorberlo todo, porque en esas efusiones había muy pocos elementos para el alma, para el espíritu, para el lado divino. Por esa razón, los intercambios que hacen los enamorados raramente les aportan grandes beneficios; al contrario, incluso se empobrecen: en su mirada, en el color de su cara, en sus movimientos y en toda su manera de ser, aparece algo que no es tan vivo y luminoso. Es porque su amor, todavía demasiado inferior, ha atraído criaturas tenebrosas.
¿Por qué no invitaron a los espíritus de la naturaleza o incluso a los ángeles y a todos los espíritus luminosos que también tienen necesidad de alimentarse?..
Cuando un mago quiere hacer una ceremonia, comienza por trazar un círculo alrededor de sí mismo para protegerse, y los espíritus malignos están ahí, dando vueltas a su alrededor, amenazándole e intentando dañarle, pero no pueden entrar, porque en ese círculo el mago está protegido como en una fortaleza. Pero nunca hemos enseñado a los hombres ni a las mujeres a protegerse de las entidades tenebrosas; ello me llevó un día a decir algo muy osado: que la raíz de todas las desgracias de la humanidad es el amor inferior de los hombres y las mujeres.
Sí, si se producen guerras y epidemias es a causa de aquellos que hacen el amor como animales, de forma estúpida, desagradable, infernal. Porque de esa manera vitalizan a todos los espíritus deseosos de hacer mal a la humanidad, les alimentan, les dan fuerza. Si los hombres y mujeres supieran esto, estarían tan tristes y se sentirían tan desgraciados y asqueados por lo que hacen, que intentarían aprender cómo amar.

La espiritualización del amor es la condición básica para la venida del Reino de Dios. Por lo tanto, aquellos que ven claro, aquellos que tienen un alto ideal del amor, que sepan que pueden servir al Reino de Dios con esta fuerza que es la energía sexual; así pues, que se amen, que se besen, pero con la idea de consagrar este amor a la realización de algo divino. En ese momento producirán emanaciones de tal belleza, que los mismos ángeles quedarán sorprendidos, maravillados, y vendrán a aportarles regalos.

Por lo tanto, lo repito, sea cual fuere la naturaleza de vuestro amor, los gestos son siempre los mismos: debéis acercaras al ser que amáis, abrazarle, besarle, acariciarle; no cambia nada. La diferencia está en la intención de los gestos, eso es lo que cuenta. Alguien dirá: « ¡Ah! Yo he visto a tal besar a cual», y les condena. El Cielo no mira eso, sino que mira lo que han puesto en su beso: si ellos se han dado algo bueno, puro, el Cielo les recompensa. En la tierra posiblemente se les condena por ignorancia, pero en lo alto se les recompensa.

Si introducís en vuestro amor la vida eterna, la inmortalidad, la pureza, la luz, y aquél a quien amáis crece, avanza y se expande gracias a vosotros, entonces es verdaderamente amor, porque el verdadero amor lo mejora todo. Pero si amáis a alguien y él va menguando, debéis cuestionaros sobre la bondad de vuestros sentimientos y deciros: «He aquí que estoy empujando a este ser al abismo. Antes era magnífico y ahora es una ruina». No tenéis, por lo tanto, motivo para estar muy orgullosos, y debéis buscar la manera de reparar vuestros errores.

Vuestro amor debe hacer crecer a los demás. Y únicamente cuando les veáis expandirse gracias a vuestro amor, podéis ser felices, sentiros orgullosos y dar gracias al Cielo por haber conseguido ayudarles y protegerles. Pero, en general, la gente no se ocupa de esas cosas, y enseguida vienen a decirme: «La amo, la amo... - Sí, respondo, ya sé que la amáis, pero como a una gallina que metéis en la cazuela para comerla: la amáis, la devoráis, y punto». No, el amor no debe nunca devorar ni arruinar a los seres ... Ved que el amor, tal como yo lo entiendo, es muy diferente de cómo la gente o la juventud, que no Ten muy claro, pueden imaginar.

Los humanos no saben amar, y para justificarse me dirán: «Maestro, usted no conoce la naturaleza humana, es terrible». Ah, bueno, así que yo no conozco la naturaleza humana... Pero yo les responderé que de la misma manera que han convertido la naturaleza humana en algo difícil de dominar, también pueden volverla sensata y ennoblecerla. En el pasado no se esforzaron, como consecuencia, ahora han recibido una naturaleza muy difícil. Así es como se explica; es culpa suya, imposible justificarse. Muchos deciden no esforzarse más porque creen que no es posible cambiar. Sí, es posible. Y de ahora en adelante, cuando os encontréis ante grandes obstáculos, debéis decir: «El Maestro nos ha hablado de este amor y quiero llegar a conocerlo».
¿Por qué objetar que la realidad es diferente de como os la presento? Eso es: la realidad, ¡como si esa palabra pudiese excusarlo todo! Pero hay realidades y realidades. Yo no niego que la sexualidad sea una realidad, pero, ¿por qué quedarse en esta realidad tan inferior y grosera? Existe otro grado de realidad también, sólo que más sutil. Ciertos seres han llegado a entender y a vivir esta realidad, y ahora, por nada del mundo podréis convencerles para que la abandonen y vuelvan hacia atrás, porque no quieren. Pero, desgraciadamente, tampoco podéis convencer a los demás para que intenten elevar el grado de su amor; ellos descuidan todas esas grandes verdades que pueden salvarles, continúan descendiendo hacia la animalidad, y luego, evidentemente, se encuentran destrozados. Es normal, su amor sólo podía ser maravilloso durante algunos minutos; después todo es ceniza, escoria. Decimos: « ¡Era tan bello!» Sí, lo era... pero ya no lo es, no ha durado; el oro se convirtió en plomo. Mientras que el amor celeste sigue siendo eternamente oro, nada puede oxidarlo.

El hombre tiene una herencia y debe luchar contra ella; desde hace miles de años, el género humano se ha ido formando un determinado concepto de amor que ha quedado grabado en nuestras células y es difícil borrarlo. Pero, a pesar de que no consigáis transformar vuestra concepción del amor de un día para otro, no debéis dejar de creer lo que dicen los grandes Maestros. El que no consigáis cambiar, significa simplemente que estáis deformados o que sois débiles, pero no que los Iniciados os engañen.

Cuantas más tendencias inferiores tengáis, más obligados estaréis a satisfacerlas. Pero eso no debe impediros creer que es posible mejorar. Y el día en que consigáis desarrollar otras tendencias sublimes y divinas, nadaréis en el océano del Amor Cósmico, mientras que antes os alimentabais de algunas gotas esparcidas por aquí y por allá. (Y todavía para encontrarlas, ¡qué vida de decepciones y desgracias!) Ahora que estáis sumergidos en este océano cósmico, bebed de él y no tendréis necesidad de ir a robar algunas gotas de amor a los demás. Yo sé que lo que digo será incomprensible para algunos. Pero que hagan lo que puedan, con la esperanza de que después de algunas encarnaciones llegarán a transformar su amor. ¡No hay que violentarse! A aquellos que ya trabajaron en otras encarnaciones, les es más fácil contentarse con poca cosa en el plano físico, e incluso liberarse inmediatamente y gozar del amor en lo alto, en el plano espiritual.

Evidentemente, son pocos los seres capaces. ¡Cuántos religiosos hicieron votos de castidad sin saber exactamente lo que hacían! Eran muy jóvenes, no se conocían, ni conocían la naturaleza humana, y un día, cuando los instintos y las pasiones despertaron, se ahogaron. ¡Qué tragedia! Sí, ¡qué tragedias en los conventos, tanto para los hombres como para las mujeres! Es mejor casarse y tener hijos que atormentarse en un convento diciendo ser la novia de Jesús, pero cometiendo adulterio en la imaginación con todos los demás. En ese caso, es mejor salirse de los conventos. El Señor es mucho más generoso. Nunca pidió que nos consagremos a Él si para ello debemos vivir atormentados. Él prefiere que hagamos el bien teniendo una mujer - o un marido - e hijos, antes que vivir una vida caótica, desordenada, ensuciando la atmósfera con todos nuestros deseos insatisfechos.


Incluso los santos y santas han sido atormentados toda su vida por la energía sexual, y apenas al final han encontrado la paz. Santa Teresa de Ávila era muy apasionada. Santa Teresa de Jesús nunca sabremos cómo vivió, ni qué tentaciones tuvo que vencer. Ella no era como nos la han presentado: una jovencita graciosa, con cara dulce y delicada. No; su naturaleza era fuerte y poderosa. Yo admiro y amo mucho a Santa Teresa, pero no estoy de acuerdo con la manera inexacta como nos la han presentado.

EXTRACTO DE LIBRO : LA ENERGIA SEXUAL - O EL DRAGON ALADO

Paz, Luz y Amor